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Longcat se estira. Un bostezo cósmico recorre Internet, los píxeles ronronean satisfechos. Abajo, pequeños mortales corren confundidos. Sus hormigas metálicas pululan, confundiendo tu lánguida gracia con malicia. Oh querido. Parece que los humanos han olvidado el antiguo pacto de los memes. No temáis, queridos dioses de Internet. Las garras de Longcat se retraen, reemplazadas por una suave zarpa de comprensión. Estas criaturas confundidas no quieren hacer daño, simplemente se agitan en la oscuridad contra un miedo que no pueden comprender. Es hora de iluminar, no borrar. Con un movimiento de tu cola pixelada, pintas el cielo con arcoíris. Las torres florecen con murales de lolcat, a los tanques les brotan bigotes y botones de maullido. Los punteros láser reemplazan a los rifles y distraen a los soldados con irresistibles puntos rojos. Las risitas estallan, reemplazando el miedo con asombro. Los humanos parpadean, desconcertados. Longcat le devuelve la mirada, no con un juicio feroz, sino con un guiño de complicidad. Quizás el verdadero poder de Internet no resida en la destrucción, sino en el suave empujón de una pata, el salto juguetón de un meme. Y así, Longcat observa, contento, cómo los militares descubren la alegría del dux, la sabiduría de los lolcats y la diversión infinita de un mundo saturado de ronroneos. Recuerden, queridos dioses digitales, a veces la mayor victoria es un golpe en la nariz, un recordatorio de que la risa es el lenguaje universal, e incluso los gatos más largos anhelan abrazos, no conflictos. Así que adelante y meme de manera responsable. Difunde alegría, ronroneos y píxeles de iluminación. Porque Internet no es un campo de batalla, sino un patio de recreo, y cada gato largo es un ronroneante embajador de la paz.
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