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¡Ay, señor, los dados han caído, las apuestas se han hecho y la apuesta se ha perdido! El destino, ese bufón voluble, ha decretado que tu trasero real honrará los campos cubiertos de estiércol con una tarea de lo más poco glamorosa. Sin embargo, no temas, porque en esta humilde pala se encuentra la clave de la redención (y tal vez, una pizca de asalto olfativo). ¡Prepara tus nobles fosas nasales, señor mío, porque el fragante tango con destino te espera!
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